y buscando acerca de The Artist

Estrenada el 18 de Noviembre de 2011 en el IFC Center de Nueva York. Dirigida por Jason Cohn y Bill Jersey y narrada por James Franco. 

Vivir una casa

22 Dic 2011, jueves

Nunca he sido capaz de construir una casa, una auténtica casa. No me refiero a proyectar y construir casas, cosa menor que todavía consigo hacer, no sé si acertadamente.

La idea que tengo de una casa es la de una máquina complicada, en la que cada día se avería alguna cosa: bombilla, grifo, desagüe, cerradura, bisagra, enchufe, y luego el termo, estufa, frigorífico, televisión o vídeo; y la lavadora, o los fusibles, los muelles de las cortinas, la cerradura de seguridad.

Los cajones se atascan, se rompen las alfombras y la tapicería del sofá del salón. Todas las camisas, calcetines, sábanas, pañuelos, servilletas y manteles, paños de cocina, yacen rotos junto a la tabla de planchar, cuya tela de protección presenta un aspecto lamentable. Igualmente, hay goteras en el techo (se averían las tuberías del vecino, o se rompe una teja, o se despega la tela). Y los canalones están llenos de hojas secas, las albardillas sueltas o podridas.

Cuando hay jardín, el césped crece amenazadoramente, todo el tiempo del mundo es insuficiente para dominar la ira de la naturaleza; pétalos caídos y legiones de hormigas invaden los umbrales de las puertas, hay siempre cadáveres de pájaros, de ratones y de gatos. El cloro de la piscina se agota, se avería la depuradora; ningún aspirador restituye la transparencia de las aguas o absorbe las patas de los insectos, finas como cabellos.

El granito de las losas o de los caminos se cubre de un peligrosísimo lodo, el barniz se oscurece, las capas de pintura se desprenden y dejan al descubierto los nudos de una madera sin protección. Cualquier dedo de anciano puede agujerear las carpinterías, los cristales están rotos, se ha caído la masilla, la silicona se desprende de las superficies, hay moho en los armarios y en los cajones, las cucarachas resisten a los insecticidas. Siempre se acaba el aceite cuando buscamos la lata necesaria, las juntas de madera se despegan, se desprenden los azulejos, primero uno, luego la pared entera.

¡Y si sólo fuera eso!

Vivir en una casa, en una casa auténtica, es oficio a jornada completa. El dueño de la casa es al mismo tiempo bombero de guardia (las casas arden con frecuencia, o se inundan, o el gas se escapa sin ruido, y generalmente explota); es un enfermero (¿Nunca se han clavado astillas de madera del pasamanos profundamente en la raíz de las uñas?); y un socorrista. Domina todas las artes y profesiones, es especialista en física, en química, es jurista –o no sobrevive–. Es telefonista de guardia y recepcionista, telefonea a cada momento, buscando fontaneros, carpinteros, albañiles, electricistas, y luego les abre la puerta de entrada, o la de servicio, acompañándoles con servilismo; pues de ellos depende, aunque nada impida la necesidad de una oficina completa, que igualmente se va degradando. Y entonces es necesario afilar hojas de cuchillo, comprar accesorios, engrasar, reordenar, deshumidificar; inmediatamente se avería el secador, y después el aire acondicionado, los radiadores.

Sin embargo, nada sobrepasa la tortura de los libros que se mueven misteriosa y autónomamente, desordenándose a propósito atrayendo el polvo en sus lomos y su grosor magnético. El polvo penetra por el borde superior de las hojas, pequeñísimos bichos las comen con un ruido indescriptible; las hojas se pegan, el cuero se mancha, gotas de agua salidas de jarrones con flores a punto de morir se escurren sobre las ilustraciones, atraviesan las telas en un furioso proceso de disolución. El felpudo de la puerta de entrada se deshace y hay un surco profundo en la madera, las hojas de las escobas de junco se desprenden, se rompen objetos preciosos, las tablas de las mesas y las de los muebles se abren en estallidos aterradores, no funciona la cisterna, la chimenea se llena de hollín –cualquier día arde–, en la cristalería se rompen los vasos de la bisabuela, revientan las botellas de vino verde al que un casi nada de azúcar da vida, saltan los corchos, o se pudren, pierde calidad precisamente la cosecha más apreciada.

Cuando por primera vez no se sustituye de inmediato una bombilla fundida, toda la casa se queda sin luz, lo que inevitablemente sucede un sábado, al mismo tiempo que revienta un neumático del único coche disponible.

Por eso, considero heroico poseer, mantener y renovar una casa. En mi opinión, debería existir la Orden de Curadores de Casas y todos y cada uno de los años se adjudicaría la correspondiente mención honorífica y un elevado premio pecuniario.

Pero cuando ese esfuerzo de mantenimiento no se hace aparente, cuando el saludable olor a cera de una casa, por otro lado bien ventilada, se mezcla con el perfume de las flores del jardín, cuando en ella nosotros –visitantes irresponsablemente poco atentos a los instantes de felicidad– nos sentimos felices, olvidando nuestras angustias de nómadas bárbaros, entonces la única medalla posible es la gratitud, el silencioso aplauso; un momento de pausa, observando a nuestro alrededor, sumergiéndonos en la atmósfera dorada de un interior de otoño, al final del día.

Álvaro Siza, Oporto, marzo 1994.

Erskine Arquitecto

21 Dic 2011, miércoles

«(…) Tuve la oportunidad de conocer a Erskine en la década de los noventa de manera fortuita cuando estaba tomando unas fotografías de su casa-estudio en Drottningholm. Él me reconoció ya que horas antes había estado en la cafetería del hospital St. Görans de Estocolmo que fue proyectada por él y casualmente él estaba allí. Al reconocerme de nuevo, salió de la casa y me invitó a entrar en ella. Gentilmente me sirvió una taza de té y conversamos por un tiempo, después recorrimos todas las dependencias de la vivienda y el estudio y cuando salió a despedirme me preguntó con cierta ingenuidad si conocía «The Box». Le dije que no y me dijo si estaba interesado en ir a visitarla, que era una pieza de arquitectura que tenía un significado emocional para él. A continuación, me entregó las llaves de la casa, me dibujó un plano de cómo llegar a ella y con ayuda de mi amigo y gran fotógrafo Lindman conseguimos llegar a esta vivienda mínima que fue para ambos una sorpresa bellísima de un trabajo muy intenso con unos medios mínimos.»

Fernández Alba, Ángel, «Un ligero equipaje» en The Ralph Erskine Box, AA. VV., Queimada, Madrid, 2005.

Dibujos Ralph Erskine

The artist

16 Dic 2011, viernes

The Artist, escrita y dirigida por Michel Hazanavicius, Francia, 2011.

Beginners

16 Dic 2011, viernes

Mills, Mike, Beginners, EE.UU., 2010.

BANDA SONORA

  1. Stardust – Hoagy Camichael
  2. Everything’s Made For Love – Gene Austin
  3. Bach Suite – David Palmer, Roger Neill, Brian Reitzell
  4. 1955 – David Palmer, Roger Neill, Brian Reitzell
  5. Sweet Jazz Music – Jelly Roll Morton
  6. That Da Da Strain – Mamie Smith
  7. Mamanita – Jelly Roll Morton
  8. Moon Waltz – David Palmer, Roger Neill, Brian Reitzell
  9. Veronica’s Blues – David Palmer, Roger Neill, Brian Reitzell
  10. Breezin’ Along with the Breeze – Josephine Baker
  11. Beginners Theme Suite – David Palmer, Roger Neill, Brian Reitzell
  12. Buddy Bertrand’s Blues – Jelly Roll Morton

Para comprar: http://itunes.apple.com/us/album/beginners-original-motion/id438098273

Charlotte Gainsbourg, Heaven can wait.

Corto dirigido por Keith Schofield.


Las ciudades de los muertos

4 Dic 2011, domingo

«(…) Es frecuente la creencia de que en la sociedad moderna, el culto a los muertos se debe a las enseñanzas del cristianismo. No comparto esta opinión. No hay nada en la teología cristiana que induzca a creer en el respeto al cadáver propiamente dicho. El Dios cristiano Todopoderoso puede resucitar a los muertos aun cuando estén mezclados en el osario.

La individualización del cadáver, del ataúd y de la tumba aparecieron a fines del siglo XVIII por razones no teológico-religiosas de respeto al cadáver, sino por motivos político-sanitarios de respeto a los vivos. Para proteger a los vivos contra la influencia nefasta de los muertos, es preciso que estos últimos estén tan bien clasificados -o mejor si es posible- como los primeros.

De esta manera apareció en la periferia de las ciudades, a fines del siglo XVIII, un verdadero ejército de muertos tan bien alineados como una tropa a la que se le pasa revista, pues era necesario controlar, analizar y reducir ese peligro perpetuo que constituyen los muertos. En consecuencia, se les colocaría en el campo, ordenadamente uno al lado de otro, en las grandes planicies que circundaban las ciudades».

Dr. Foucault, Michel, “Historia de la medicalización” publicado en M. Foucault, Educación médica y salud, Washington, 1977.

Diciembre II

3 Dic 2011, sábado

DePedro y Vetusta Morla, Diciembre, 2010

Diciembre

1 Dic 2011, jueves